SUCOT Y EL B’RIT HADASHÁ
Sucot en el B’rit Hadashá
Ya que Sucot tiene tantas lecciones espirituales ricas asociadas con la fiesta, es de esperarse que encontremos algunas referencias importantes al respecto en el B’rit Hadashá o Nuevo Testamento. Apenas adentrándose en los relatos de la vida de Yeshúa en los evangelios, encontramos la primera referencia poderosa al respecto de los Tabernáculos. El apóstol Juan establece la relación de los particulares antecedentes de Yeshúa, y declara abiertamente la naturaleza divina de Yeshúa. La Palabra no solo estaba con Dios en el principio, ¡sino que esta Palabra es la misma manifestación de Dios mismo (Juan 1:1)! Esta Palabra, o Verbo, como lo llama Juan, fue manifestado al mundo en una manera muy práctica y tangible:
Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria (shekjiná), la gloria (shekjiná)
que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)
Yeshúa de Nazaret es mucho más que un buen rabino o un filósofo intrigante. De acuerdo a la Biblia, ¡Él es la manifestación visible del Dios de la creación! Sin embargo, ¿notó usted la metáfora que usa Juan para describir esta encarnación del Mesías? El verbo “habitó” entre su pueblo. La palabra griega aquí skene es una palabra con un significado rico que se deriva de la palabra “tabernáculo.” En otras palabras, al buscar Juan la manera de describir la primera venida del Mesías a su pueblo, la imagen más obvia era la fiesta de Sucot. ¡La fiesta en la que se celebra el hecho de habitar con Dios!
Existe, por supuesto, algo de controversia en lo que respecta a la verdadera fecha del nacimiento de Yeshúa en Belén. Muchos creyentes afirman, que ya que no hay ninguna declaración definitiva al respecto, no se puede tener certeza al fijar una fecha. Desde el siglo cuarto después de Yeshúa, la Iglesia Occidental ha adoptado el 25 de diciembre como la fecha oficial para reconocer la encarnación del Mesías. Sin embargo, la mayor parte de los historiadores admiten que esto fue más bien una concesión hacia los paganos del Imperio Romano, que hacia las Sagradas Escrituras. Como a menudo se da el caso, la Iglesia primitiva “cristianizó” los días de fiesta paganos ya existentes, para facilitarles la adaptación a tantos conversos nuevos.
El 25 de diciembre es un caso clásico. Se trataba de una fiesta antigua para celebrar el regreso del sol después del solsticio de invierno. No tenía nada que ver con el nacimiento de Yeshúa, pero de todos modos se adoptó. A los creyentes de tiempos posteriores les pareció que no existía evidencia real indicando una mejor fecha.
Desafortunadamente, mucha gente pasa por alto la evidencia tan importante que provee Sucot. Cuando el apóstol Juan describe el nacimiento del Mesías, lo pinta en términos de Tabernáculos. La sencillez de esta lógica es algo asombrosa.
Un punto principal de este libro es mostrar el plan de Dios para la salvación, ilustrado a través de los días de fiesta que él le ha revelado a Israel. Existen eventos cruciales en referencia al plan de Dios, que se cumplen consistentemente en estos días especiales. No es de sorprenderse, que encontremos al Mesías muriendo en la cruz como nuestro cordero Pascual en el mismo día de la Pascua. El derramamiento de las primicias del Santo Espíritu de Dios, igualmente se lleva a cabo en el día de fiesta apropiado, Shavuot. ¿Por qué entonces, un evento tan importante como el nacimiento del Mesías iba a quedar sin ser anunciado por una de estas fiestas bíblicas? De todas las fiestas del Señor, es Sucot la que viene a ilustrar el hecho de que Dios habitaría en medio de su pueblo a través de la presencia del Mesías. Puede que él haya cumplido su promesa, literalmente en el mismo día de los Tabernáculos.
Muchas otras evidencias que teólogos cristianos han señalado, corroboran el hecho de que el nacimiento de Yeshúa haya sucedido durante Sucot. Algunos inclusive han hecho notar que los cálculos cronológicos en los evangelios nos llevan a colocar el nacimiento del Mesías a finales del otoño. La mayoría están de acuerdo en que el ministerio terrenal de Yeshúa duró tres años y medio. Ya que sabemos que murió durante la Pascua (marzo/abril), dando pasos atrás, nos acercamos mucho más a Sucot (septiembre/ octubre), al 25 de diciembre (A.T. Robertson, A Harmony of the Gospels (Una Armonía de los Evangelios), pág. 267).
Otros estudiosos han señalado el hecho de la inconsistencia respecto a los pastores cuidando rebaños en el campo en pleno invierno, con tanto frío. La Mishná (comentario rabínico), dice que en las proximidades de Belén, debido al clima de invierno, normalmente se llevaban los rebaños a un corral protector llamado un “redil”, desde noviembre hasta febrero. Por lo tanto, la fecha decembrina parece poco probable. (“Lucas” Adam Clark’s Commentary (Comentario de Adam Clark), vol. 5, pág. 370).
Una pista final respecto a los detalles del nacimiento del Mesías tiene que ver con la multitud excepcional que buscaba alojamiento, con el resultado de que “no había lugar para ellos en la posada” (Lucas 2:7). Mientras que pudo haber sido cierto que mucha de esta congestión de tráfico estuviera relacionada con el censo tomado por los romanos en aquel tiempo, parece haber mucho más al respecto.
Los Romanos eran bien conocidos por llevar a cabo censos de acuerdo a la costumbre prevalente de los territorios ocupados. Por lo tanto, en el caso de Israel, ellos optarían por hacer que el pueblo se reportara a sus provincias natales en el tiempo que fuera conveniente para ellos. No hay una lógica aparente en hacer un censo a mediados del invierno. El tiempo más lógico para recaudación de impuestos hubiera sido después de la cosecha, en el otoño. Si esto coincidiera con una de las fiestas judías solemnes, como lo son Pascua, el Pentecostés, o los Tabernáculos, era de esperarse que toda el área de Jerusalén y Belén fuera a estar repleta de peregrinos.
Es más que probable que el relato de la natividad de los Evangelios haya sucedido durante una de las fiestas judías solemnes y no en diciembre. El único día de fiesta solemne que cae en el otoño es Sucot. Parece ser que existe en verdad una fiesta que apunta al nacimiento del Mesías. ¡El Mesías ha “habitado” entre su pueblo, tal como se simboliza perfectamente en sucot!
Aparte de la conexión con la encarnación del Mesías, esta fiesta conlleva otras lecciones espirituales. Ya que Sucot también estaba destinado a ser el festival de la cosecha a finales de el otoño, se acostumbraba agradecer a Dios por los frutos del año. Es muy significativo ver que en este tiempo las oraciones se cantaban para dar gracias a Dios, en fe, por las lluvias que habrían de venir el invierno, las cuales eran esenciales para restaurar la tierra.
El Talmud nos cuenta acerca de una costumbre que se desarrolló en los tiempos del segundo Templo, creada para ilustrar esa verdad. En aquel tiempo, durante Sucot, un sacerdote tomaba una jarra de agua y la llevaba hasta el Estanque de Shiloaj (Siloé), la llenaba de agua y la llevaba de regreso al Templo.
Multitudes formaban una enorme procesión detrás del sacerdote, danzando, cantando salmos de Hallel, o de Alabanza (113–118) mientras llegaban al monte del Templo. Para cada uno de los primeros seis días de Sucot, la procesión formaba un círculo alrededor del altar del Templo una vez, más en el séptimo día (Hoshana Rabá) se hacía siete veces, para magnificar el gozo.
La mejor parte de la ceremonia venía cuando el sacerdote dramáticamente derramaba el agua en el altar del Templo. La respuesta de las multitudes era tan inmensa, que el Talmud dice que cualquiera que no haya estado en Jerusalén para asistir a esta ceremonia, ¡no sabe lo que es experimentar verdadero gozo (Sucá 5)! Por lo tanto, esto vino a conocerse como Simjá Bet Ha-sho-evá (El Regocijo de la Casa de Donde se Saca el Agua).
¿Por qué tanto regocijo a raíz de esta ceremonia de derramamiento de agua? Obviamente, tenía que ser mucho más que el gozo de la esperanza de Israel por las lluvias del invierno, aunque no dejan de tener su debida importancia. Los rabinos talmúdicos hablan de verdades más profundas de Isaías 12:3 en lo que se refiere a esta ceremonia:
Con alegría sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación. (Salvación en Hebreo es Yeshúa, el nombre del Mesías).
Más que el derramamiento de agua temporal en Israel, el Simjá Bet Ha-sho-evá servía para ilustrar proféticamente los días de la redención mesiánica, cuando el agua del Espíritu Santo sería derramada sobre todo Israel (Sucot 55). Dios edificará por fin su lugar de habitación con su pueblo, cuando el reino sea establecido bajo el reinado del Mesías. ¡Qué gozo les debío haber traído este pensamiento a los corazones del pueblo!
Con tal marco histórico, podemos mejor apreciar los eventos que están escritos en una celebración en particular de la que se habla en el Nuevo Testamento.
En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús (Yeshúa) se puso de pie y exclamó: ¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús (Yeshúa) no había sido glorificado todavía. (Juan 7:37–39)
¡Imagínese usted las circunstancias! En plena celebración de Sucot, el gozo de los primeros seis días era exuberante. En el gran día final (Hoshana Rabá), las multitudes estaban desbordándose de la emoción ante la expectativa por el Mesías y por el Espíritu Santo que él traería. Justo a la hora de la ceremonia de sacar el agua, Yeshúa hace una atrevida proclamación: ¿Realmente quieren las aguas vivas del Espíritu? ¿Entiende alguien el verdadero significado de esta ceremonia? Si alguien en verdad desea lo que simboliza Bet Ha-sho-evá, que crea en mí. ¡Yo soy el Mesías quien derramará el Espíritu Santo sobre Israel!
Estas eran afirmaciones sumamente radicales; y en aquella ocasión, crearon bastante conmoción en el Templo:
Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: “Verdaderamente éste es el profeta” Otros afirmaban: “¡Es el Cristo (Mesías)!” Pero otros objetaban: “¿Cómo puede el Cristo (Mesías) venir de Galilea?” (Juan 7:40–41)
El hecho de que Yeshúa de Nazaret afirmaba ser el Mesías prometido de las Escrituras judías, debería estar fuera de debate. Sin embargo, hasta este día, la controversia acerca de la respuesta del pueblo todavía es manifiesta. Cuando se entiende de la manera apropiada, la fiesta de Sucot debería de llevarnos a creer, así como muchos creyeron entre aquella multitud del primer siglo. Yeshúa es quien él afirmó ser: ¡Dios habitando en nosotros! ¡Qué gozo tan tremendo experimentar las aguas vivas de Su Espíritu Santo, tal y como se puede apreciar en la fiesta de Sucot!
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