28. METZORÁ | LEPROSO
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28. METZORÁ | LEPROSO

Torá: Levítico 14:1-15:33
Tanaj: 2 Reyes 7:3-20
Brit Hadashá: Mateo 9:20-26; Marcos 5:24b-34; Lucas 8:42b-48; Hebreos 13:4

Las porciones de estudio de esta semana son Tazria y Metzorá (Lv 12:1 – 15:33), hablándonos de las impurezas físicas. Los estudios empiezan por casos como el de flujo de sangre, hasta llegar a varios versículos muy detallados sobre la lepra. Pensando en esto me detuve a pensar en todo lo que era empujado a vivir un leproso de esa época. Fue entonces cuando una historia bíblica salto a mi mente en ese momento, la de los 10 leprosos. (Lucas 17:11-19)

Yendo Yeshúa a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Yeshúa, Maestro, ten misericordia de nosotros! (Lucas 7: 11-13 RVR1960)

Ese pasaje que anteriormente lo leía con bastante simpleza, después de leer los pasajes de Levítico referente a la lepra, tenían ahora otro peso.

¿Por qué digo esto?

No sabemos desde hace cuanto tiempo estas personas han sido leprosas, tampoco el texto nos dice, pero lo que nos dice la Biblia (al menos en Levítico) que han sido avergonzados, denigrados y alejados de todo y de todos, sobretodo de sus seres amados.
Te pido por un momento te pongas en el lugar de estos leprosos.

Tu estás tranquilo, tienes una vida ya conseguida. Tienes salud, tranquilidad de estar en la ciudad, posiblemente ya tienes una familia con hijos, si se te antoja algo puedes ir a una tienda o mercado y lo compras, y así muchas cosas que te da la libertad de una vida normal. Pero de pronto tienes una infección que se muestra con manchas en tu piel, o cambio de color del pelo.

¡OH NO, ESO NO!

Sabes lo que eso puede significar, y preocupado buscas por medicina o doctores que puedan solucionar el problema, pero no logran hacerlo. Y bajo la presión social y obligación moral sabes que debes presentarte al sacerdote.

Pero, ¿Y si es lo que pienso?

Con todo el temor del mundo, te presentas al sacerdote, y con toda la vergüenza del mundo le cuentas lo que tienes y dejas que te examine. Si la mancha o llaga es clara, el sacerdote te declarará LIMPIO o INMUNDO ahí mismo, de lo contrario serías puesto en cuarentena por 7 días.
Pasado ese tiempo de angustia el sacerdote vuelve a examinar antes de dar una sentencia final y en la mayoría de casos vital.

Resulta que todo tus miedos se hicieron realidad. “ES LEPRA” dijo el sacerdote, y finaliza con un ” ¡INMUNDO! “.

No lo puedes creer, todo lo que eras, conocías o tenías de pronto te era arrebatado por una “simple llaga”.
Ya no tienes la libertad de comprar algo que se te antoje, de caminar libremente, ir a tu casa y estar con los tuyos; ahora eres expulsado, repudiado, vives escondido porque al verte la gente “sana” te mirará con desprecio y procurará matarte a pedradas. No puedes camuflarte por que ahora llevas ropas rasgadas, cabeza descubierta y embozado debes caminar pregonando de ti mismo como ¡Inmundo! ¡Inmundo! ,y lo peor que no hay consuelo porque ahora estás lejos de tu familia.

Me puse a pensar en esa situación, y se me movió el corazón de aflicción pensando en el dolor vivido por esas personas. Personas que ya no tenían esperanzas, sin consuelo. La insensibilidad y hasta desprecio de las personas con alguien que a nuestro punto de vista está “en menor condición que nosotros”. Estos enfermos haber sido destinados a vivir de esa manera y en la mayoría de casos a morir también así. El único paliativo es acompañarte de otros que viven el mismo castigo de una enfermedad que no sabes como llegó.

Y así, sin esperanza escuchan a lo lejos unas voces que comentan de alguien que hace lo que nadie puede, que está lleno de amor, que hace milagros; pero piensas “ojalá eso me pasara a mi también”.

¡Por ahí viene Yeshúa!

No lo puedes creer, es la oportunidad de la vida.
“Iré a buscarlo” piensas, “pero hay riesgos” te dicen; “No importa, ya no puedo seguir así, lejos de todos, sin esperanza, sin consuelo, sin vida”.
Aunque el texto bíblico no dice nada de esto, es lo que en esa situación yo haría.
Correr y correr con el miedo de ser encontrado por las voces que juzgan y sentencian, correr de las voces que me dicen que estoy destinado a vivir de esta manera, y sobretodo corres a la única esperanza que tengo de que me saquen de donde estoy.

De pronto lo ves, parado ahí a lo lejos tan sencillo, con esa mirada tan amorosa. Quieres decirles tantas cosas, pedirle tanto, contarle tu experiencia, tu situación, tu dolor, pero no puedes porque ya te mentalizaste que ERES INMUNDO. Lo único que puedes hacer es mostrarte como estás, roto desde las ropas hasta el espiritú, lleno de heridas sin capacidad de curarte por ti mismo, y decirle simplemente:

¡Yeshúa, Maestro, ten misericordia!

De pronto te mira, y por primera vez no era mirada de desprecio sino de amor, no le aborrece tu condición sino que se compadece. Esperas escucharlo decir, “Estás limpio” pero de pronto escuchas:

Id, mostraos a los sacerdotes.

¿Qué? ¿eso es todo? ¿y cuando dice que están curados? Ir hasta donde estaba Yeshúa para que Él los regresara a los sacerdotes. Yeshúa no sana los leprosos inmediatamente, sino que les manda aparecer ante los sacerdotes para ser inspeccionados tal como si hubieran sido sanados.

Y es que esta porción de los evangelios nos muestra que incluso Yeshúa respetaba y confirmaba la autoridad de la Torá, como él mismo lo dijo:

No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor. (Mt 5:17 DHH)

El sacerdote era el que públicamente los declaraba impuro, era también era el único que lo debía declarar limpios. A los leprosos se les requería actuar como si hacer lo que Yeshúa mandaba haría una diferencia, aún cuando no había ninguna prueba que lo haría (por lo menos, debían creer que valía la pena intentarlo).

Este pasaje es tremendamente revelador y sencillo a la vez en la vida practica de un nacido de nuevo. Yeshúa les da una solución que simultáneamente es una orden, en los leprosos estaba el creer o no; y si debían obedecer o no. Yeshúa les pide caminar en fe, o mejor dicho fe en acción.

El texto sigue con algo increible:

Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

Los leprosos creyeron en la palabra de Yeshúa y en base a eso obedecieron, mientras hacían ese proceso fueron limpiados, no antes.

Yeshúa sanó a los leprosos, pero este versículo enfatiza que fueron hechos limpios. Sanar tiene que ver con restauración de la salud corporal. Ser hechos limpios incluye dimensiones adicionales como la salud social y religiosa. Ahora, los que eran leprosos han sido restaurados y pueden volver a entrar en la sociedad – una vez más podrán alabar en la sinagoga y en el templo.

Nosotros hemos sido victimas de la lepra mas letal, el pecado. Esto nos alejó de toda la plena libertad y comunión con Di’s, alejados de él solo hemos vivido, angustia, aflicción y desesperanza, y como nos dice Pablo en su carta a los Efesios “muertos en nuestros delitos y pecados”

Es en esa condición que todos hemos llegado a los pies del único Señor que al vernos, no nos juzgó por nuestra historia o condición, sino que se compadece y nos dió una vida nueva.
Pero es necesario que nosotros creamos en Él, en lo que dice y obedecerle. Sólo en ese proceso es que a la luz de la obediencia a Su Palabra seremos limpiados de esas llagas en nuestras vidas, nuestras mentes y corazones llamadas pecado. Muchas veces queremos las soluciones al instante, pero este proceso es necesario para ir dejando las marcas y vestidos de un inmundo, y empezar a caminar como un limpio con una vida restaurada en la comunión con Di’s.

Esta historia termina con un hecho muy remarcado por el autor

Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.

Al igual que Yeshúa vio leprosos que otros no se dignaban a ver, este hombre ve lo que los otros leprosos no logran ver:

  1. Que ha sido sanado
  2. Que Dios merece alabanza
  3. Que Yeshúa merece la gratitud.

Esto me hizo preguntarme ¿Cuantas veces hemos glorificado a Di’s a gran voz por sus misericordias? ¿Vivimos agradecidos por sus bondades en nuestras vidas? Este ex-leproso lo hizo.

Lucas muestra una característica remarcada en su narración. Como explique hace un tiempo, la visión que tenían los judíos de los samaritanos, aquí lo usa para destacarlo.
El que ejemplifica la fe resulta ser el más extranjero. El mismo Lucas es gentil, un extranjero. Disfruta recontando la historia de los extranjeros bendecidos por Dios y hace de ellos (y los samaritanos) los héroes de sus historias. La historia anticipa lo que está por venir en Hechos (también escrito por Lucas): una creciente ceguera en Israel, una receptividad entre gentiles.

Y respondiendo Yeshúa, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria á Di’s sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado (griego: sesoken se – te ha sanado o salvado).

Las preguntas retóricas de Yeshúa llaman la atención a los nueve que no lo glorificaron y al estatus del que sí lo hizo como “extranjero.” Yeshúa critica a los nueve que no lo agradecieron, y estamos tentados a unirnos a él en su crítica.

¿Cómo es que los nueve no dieron las gracias?

No obstante, debemos considerar que después de tan largo aislamiento, han de estar ansiosos de reunirse con sus familias y resumir una vida normal. Bajo circunstancias como estas, me pregunto ¿Somos diferentes a estos 9 sanados? ¿cuántas veces paramos para agradecerle a Dios nuestras bendiciones? ¿Cuantas veces nos enfocamos en vivir las bendiciones, olvidando al autor de la bendición? ¿Cuántas veces nos olvidamos de dar gracias a Dios?
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (sesoken se) (v. 19). Lucas nos dijo en versículo 14 que los diez leprosos fueron hechos limpios, entonces, algo más le ocurrió a este samaritano. El griego traducido como “te ha salvado” en NRSV es sesoken se – del verbo sozo. Puede ser traducido como“te ha sanado.”

Lo que tenemos, entonces, es una historia de misericordia, de sanidad, de alabanza y gratitud, y lo que sólo nos puede dar Yeshúa, una historia de salvación.

Que Di-s te bendiga.

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