JANUCÁ: ORIGEN Y EL POR QUE SE CELEBRA

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Estamos en víspera de una de las fiestas más alegres y conocidas del pueblo judío. Pero, ¿realmente conocemos su historia y el mensaje que nos trae esta festividad?

Aquí te traemos todo lo que debes saber sobre la Fiesta de Janucá.

 

Antecedentes históricos

Janucá, o “La fiesta de la Dedicación,” sobresale de entre las otras celebraciones de la Biblia. Esto se debe a que no se encuentra entre las fiestas del Señor en Levítico 23. Pero a pesar de que Moisés no habla de Janucá, no deberíamos de asumir que no es una fiesta bíblica. Ya que como podremos ver más adelante, sí se menciona en pasajes posteriores de las Escrituras.

Para poder entender completamente esta fiesta, hay que regresar a un tiempo tumultuoso de la historia de Israel: El período helenístico, alrededor del año 167 antes de la era común. Como solía suceder, el pueblo judío se encontraba bajo la opresión de una potencia extranjera. Unas cuantas generaciones antes, los griegos habían tomado control del mundo bajo el liderazgo extraordinario de Alejandro el Magno. Al levantar su imperio, Alejandro parecía haber unificado al mundo antiguo en un gobierno y una cultura comunes llamado el helenismo.

Después de la muerte inoportuna de Alejandro, hubo una agitación política entre sus cuatro generales, la cual dio como resultado la división del imperio helenístico. Los ptolomeos tomaron control de Sur, que incluía a Egipto. Los seléucidas se hicieron cargo del área del norte alrededor de Siria. Esto dejó a Judea atrapada entre una lucha de estira y afloja sin tener claro cuál sería el resultado. Eventualmente, los seléucidas/asirios, bajo el liderazgo de Antíoco IV, se impusieron y se dieron a la tarea de obtener control de las nuevas provincias.

Tratando de unificar sus posesiones, Antíoco implantó una política de asimilación de la cultura helenística prevalente. Sin respetar la cultura o las creencias de los pueblos capturados, los seléucidas exigían sumisión al estilo de vida griego. Los griegos pensaban que para que la asimilación fuera realmente efectiva, esta asimilación debería aplicarse a todos los aspectos de la vida, incluyendo el idioma, las artes, e inclusive la religión. Todo tenía que ser conformado al estilo de vida y a los valores griegos “superiores”.

No es de sorprenderse que esta política de helenización no representara gran problema para muchos de los pueblos bajo el dominio de los seléucidas. Verdaderamente, los griegos eran sumamente respetados por su cultura. Inclusive muchos judíos en Judea se convirtieron al estilo de vida helenístico, y abogaban abiertamente por la adherencia a él. Sin embargo, había un número bastante significativo de judíos tradicionales quienes se encontraban aterrados ante los cambios en su sociedad. La hostilidad de Antíoco y de los seléucidas continuo a crecer hacia estos judíos tercos que no se convirtieron al helenismo. Por lo tanto, procedieron a tomar medidas drásticas para implementar esta política.

Se les dio un ultimátum: La comunidad judía tenía que dejar sus costumbres distintivas (el Shabat, las leyes casher, la circuncisión, etc.) o tenían que morir. Para demostrar intenciones, Antíoco entró con sus tropas a Jerusalén y deshonró el Templo Sagrado. Todo desde los altares a los utensilios, e inclusive hasta la menorá fue profanado o destruido. ¡Pero aquello era solo el principio!

¡Antíoco también ordenó que se sacrificara un cerdo en el altar santo y colocó una imagen del dios griego Zeus, como el nuevo foco de adoración en el Templo! Aparte de todo eso, Antíoco se empeñó en que todos le llamaran “Epífanes” (Dios manifiesto). Aquello era suficiente para causar repulsión en cualquier judío religioso. La comunidad judía rápidamente encontró la manera de manifestar sus sentimientos al respecto. En lugar de llamarlo Antíoco Epífanes, hicieron un juego de palabras y le llamaron “epímanes” (loco).

Este ataque brutal al pueblo judío y su fe, no iba a quedarse sin respuesta por mucho tiempo. Los rumores de una rebelión se escuchaban por todo Judea y acabaron cristalizándose en una pequeña aldea llamada Modi’in. Las tropas sirias entraron en esta aldea para implementar su política de asimilación. Los soldados habían planeado edificar un altar temporal a sus dioses falsos, y forzar a la población a participar en una ceremonia religiosa, ¡cuyo clímax era comer carne de cerdo!

En esta aldea vivía un sacerdote anciano y devoto con sus cinco hijos. Su nombre era Matatías y cuando los soldados seléucidas lo escogieron para dirigir la ceremonia pagana, Matatías y sus hijos reaccionaron con indignación santa. ¡Suficiente! Mataron a los soldados, e iniciaron una rebelión en contra de los opresores. Uno de los hijos, Judá, surgió como líder y le apodaron “Macabeo” (el martillo).

Como el ejército enemigo era abrumadoramente más numeroso y con mejores recursos que el ejército de los Macabeos, estos tuvieron que recurrir a estrategias creativas. Apoyándose en sus conocimientos del terreno y empleando técnicas de guerrilla, las fuerzas judías obtuvieron un éxito sorprendente. Animados por su fuerte convicción de que el Dios de Israel era verdadero y fiel, los Macabeos mostraron que podía lograrse lo imposible. En el mes hebreo de Kislev (alrededor de diciembre) sacaron a los asirios y retomaron el Templo en Jerusalén.

Ahora tenían por delante la seria tarea de restaurar la adoración verdadera de Dios en el Templo. El recinto del templo se encontraba arruinado, por la profanación de la idolatría siria. Los Macabeos y sus seguidores, rápidamente limpiaron los altares y restauraron los artículos y utensilios sagrados.

La menorá rota tenía importancia particular para ellos, ya que simbolizaba la luz de Dios. La restauraron e intentaron encenderla, pero enfrentaban un problema. La tradición judía cuenta que, al buscar el aceite, solo encontraron lo suficiente para un día. El aceite requería una preparación especial, y los sacerdotes necesitaban por lo menos ocho días para poder producir aceite nuevo. ¿Qué podían hacer?

Decidieron que era mejor encender la menorá a pesar de las circunstancias. Por lo menos la luz de Dios brillaría de inmediato. ¡Cuál fue su asombro al ver que el aceite no solo mantuvo la luz encendida por un día, sino por ocho días, hasta que pudieron preparar más aceite!

El Templo fue restaurado y rededicado a la gloria del Dios de Israel. Se estableció una fiesta de ocho días, y se le llamó Janucá (en hebreo: dedicación). Cada año, comenzando en el veinticinco de Kislev, la comunidad judía conmemora un milagro doble: el milagro del aceite, así como la victoria militar milagrosa.

 

Puede que algunas personas cuestionen nuestra inclusión de Janucá con los días de fiesta “bíblicos”. No se menciona junto con las fiestas de Levítico 23. Sin embargo, el Tanaj (El Testamento más Antiguo) revela que Janucá es predicha claramente en escritos proféticos posteriores.

La visión del profeta Daniel tiene una descripción asombrosamente detallada de los eventos conectados con la fiesta de Janucá. Daniel describe aquí de los reinos que vendrían a tener un impacto en Israel:

El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tiene entre los ojos es el primer rey. Los cuatro cuernos que salieron en lugar del que fue hecho pedazos simbolizan a los cuatro reinos que surgirán de esa nación, pero que no tendrán el mismo poder. (Daniel 8:21–22).

Esta es una descripción gráfica del surgimiento del imperio helenístico con su líder fuerte y central (el cuerno grande). El cuerno grande viene a ser hecho pedazos a través de la muerte prematura de Alejandro el Magno. Y sus cuatro generales (los cuatro cuernos) se reparten el reino en partes iguales. Pero Daniel nos da detalles aún más específicos:

Hacia el final de esos reinos, cuando los rebeldes lleguen al colmo de su maldad, surgirá un rey de rostro adusto, maestro de la intriga, que llegará a tener mucho poder, pero no por sí mismo. Ese rey causará impresionantes destrozos y saldrá airoso en todo lo que emprenda. Destruirá a los poderosos y al pueblo santo. Con su astucia propagará el engaño, creyéndose un ser superior. Destruirá a mucha gente que creía estar segura, y se enfrentará al Príncipe de los príncipes, pero será destruido sin la intervención humana. (Daniel 8:23–25)

De acuerdo a esta palabra recibida por Daniel, el punto focal del reino helenístico sería un líder que perseguiría al pueblo judío con un poder ajeno. Se magnificaría a sí mismo a través de sus palabras y ataques brutales, ¡tal y como Antíoco, que se llamaba a sí mismo Epífanes! Pero Dios había prometido que este rey malvado sería destruido sin la ayuda de una agencia humana.

¡La persecución fanática de los seléucidas es predicha junto con la liberación milagrosa por Dios! El milagro de Janucá se menciona en las Escrituras Hebreas con tal detalle, que algunos estudiosos liberales sugieren que Daniel estaba escribiendo después de los acontecimientos y no proféticamente (ver los comentarios de Walvoord al respecto en Daniel, pág. 16 y las que le siguen).

¡Cuán importante es entender este tiempo de la historia!
¡Y cuán grande debe ser la celebración de Janucá!


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