PARASHÁ KI TISÁ | CUANDO TOMES
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PARASHÁ KI TISÁ | CUANDO TOMES

La fuente de bronce (Éxodo 30:17–21)

La fuente que se describe aquí estaba ubicada en el patio que había entre el altar para holocaustos y el tabernáculo. No se da ninguna descripción de su tamaño ni de la forma. Ahí es donde los sacerdotes debían lavarse las manos y los pies, siempre que fueran a ejecutar sus deberes sagrados o que entraran en el tabernáculo. Los que no lo hicieran morirían.

 

El aceite de la unción, y el incienso (Éxodo 30:22–38)

Nótese la fórmula especial para el aceite, que se debía usar al ungir el tabernáculo y su mobiliario, así como también a los sacerdotes. La mirra es la resina de un árbol que no era nativo de Palestina; la mirra líquida, según se especifica aquí, era una substancia muy apreciada. Se debía mezclar con las otras especias de olor dulce y muy aromático (canela, cálamo y casia); algunas de estas procedían de Arabia e India. El aceite resultante debe haber sido difícil de preparar y, en verdad, era muy costoso. No se debía usar para ningún otro propósito, ni para ungir el cuerpo humano, bajo la pena de muerte.

Siempre en el Antiguo Testamento, ungir con aceite era símbolo de otorgar el don del Espíritu Santo o apartar algo para un propósito altamente espiritual al servicio del Señor. Los profetas, los sacerdotes y los reyes fueron instalados en su oficio ungiéndolos con aceite. También se dieron instrucciones cuidadosas acerca del incienso que se debía usar en el culto de adoración en el Antiguo Testamento.

También fue prohibido su uso privado. Sólo se debía quemar el incienso en el altar de holocaustos que se describe al principio de este capítulo. Algunas de las especias que se mencionan (tales como el incienso puro) se podían obtener solamente en el sur de Arabia. La uña aromática venía de un animal marino que se encontraba en las costas del Mar Rojo.
La fragancia del aceite y del incienso debía darle al tabernáculo un olor distintivo, un olor que fuera un recordatorio constante de la presencia del Señor. Ningún detalle del tabernáculo, ni siquiera la clase de aceite ni del incienso que se usaban, fueron dejados a la imaginación del pueblo.

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