PARASHÁ TETZAVÉ | MANDARÁS
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PARASHÁ TETZAVÉ | MANDARÁS

Las vestiduras sacerdotales (Éxodo 28:1–5)

El Señor había escogido a Israel de entre todas las naciones para que fuese suya. Quería que los israelitas fueran su pueblo santo, y por lo tanto, debían vivir en amistad con él, su Dios santo. Sin embargo, Israel temía acercarse directamente al Señor. Cuando el Señor dio los Diez Mandamientos en el monte Sinaí, “todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el sonido de la bocina y el monte que humeaba. Al ver esto, el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado” (20:18). Le pidieron a Moisés que sirviera para ellos como mediador, es decir, la persona que intercediera por ellos ante Dios.

Moisés consintió en servir como mediador para recibir la ley del Señor. Sin embargo, esta misma ley dio al pueblo otra forma de mediación en su adoración durante la época del Antiguo Testamento: a través de la institución del sacerdocio, el cual se llevaría a cabo por la tribu de Leví, bajo la dirección de la familia de Aarón. En este capítulo, el Señor le da instrucciones a Moisés para que presente a Aarón y a sus cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar, para que sirvieran como sacerdotes. Aarón sería el sumo sacerdote y, a través de los años, este oficio sería llevado a cabo por su familia.

Este capítulo trata principalmente de las instrucciones con respecto a las vestiduras que los sacerdotes debían usar en su oficio. Esas vestiduras debían ser hechas por recamadores expertos y debían ser tejidas con hilos de oro, azul, morado y púrpura, en fino lino torcido.
En los versículos que siguen, se describen, una por una, las piezas de la vestidura sacerdotal.

 

El efod (Éxodo 28:6–14)

El efod era la parte más característica de la ropa del sumo sacerdote. En las escrituras posteriores al Antiguo Testamento, siempre que se hace mención del “efod”, se lo asocia con el poder especial que tenía el sumo sacerdote de “consultar a Adonai”, es decir, de recibir una respuesta del Señor sobre alguna duda o algún problema que estaba atribulando a Israel. El efod tenía esta importancia debido a que el “Urim y Tumim” estaban fijados al pectoral. Hablaremos después de estos objetos.

El efod era un chaleco o delantal, hecho del mismo material que se usó para hacer la cortina del santuario. Sin embargo, en vez de las figuras de los querubines entretejidas en él, fue tejido con hilo de oro. El efod consistía de dos piezas, la parte de adelante y la parte de atrás, que eran unidas en los hombros por hombreras. Un cinto lo unía alrededor de la cintura.

En cada hombrera había una piedra de ónice, engastada en oro, en la que se grabó el nombre de las doce tribus de Israel, seis en cada piedra. Eso demostraba que el sacerdote representaba al pueblo ante el Señor. Los nombres fueron grabados según el orden de su nacimiento. El historiador Josefo creía que esto significaba que los nombres de los seis hijos mayores estaban en el hombro derecho y los de los seis hijos menores en el izquierdo. Fijados a las hombreras, había dos “cordones de oro fino”, hechos en forma de trenza. Su objeto era el de fijar el pectoral al efod desde arriba. El pectoral se describe a continuación.

 

El pectoral (Éxodo 28:15–30)

El pectoral se hizo del mismo material que el efod, pero se doblaba dos veces para reforzarlo y para proveer un bolsillo. Sus dimensiones eran de 23 centímetros por cada lado del cuadrado (un palmo mide como 23 centímetros). Doce piedras preciosas, cuatro hileras de tres en cada una fueron fijadas a este pectoral. En cada piedra se grabó el nombre de una de las doce tribus de Israel. Las clases de piedras preciosas fueron estipuladas individualmente, indicando el gran cuidado que el Señor exigía en la confección de este pectoral. Los peritos en la materia difieren en cuanto al significado de algunas de las palabras que se usaron para designar las clases de piedras.

Como se dijo antes, el pectoral se fijaba a las hombreras por cordones tejidos de oro. En la parte de abajo del pectoral se usó el mismo método para fijar el cinto alrededor de la cintura del sacerdote.

Según el texto, el Urim y el Tumim fueron puestos “en el pectoral del juicio” de modo que estuvieran sobre el corazón de Aarón cada vez que él entrara en la presencia del Señor (Éxodo 28:30). Hasta hoy en día los estudiosos bíblicos no saben qué eran realmente el Urim y el Tumim. Las palabras en sí parecen ser los plurales de las palabras hebreas “luz” y “recto”, aunque no existe una opinión uniforme acerca de estas interpretaciones. No se da ninguna descripción de ellos excepto que formaban parte del pectoral. La opinión que parece tener más sentido es que estos objetos posiblemente eran piedras que se guardaban en las bolsas del pectoral. A veces parece que la respuesta del Señor por medio del Urim y del Tumim involucraba el echar suertes.

El texto también dice: “Y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Adonai”. Aunque es un misterio la manera de usar el Urim y el Tumim, hay algunos detalles de información que se pueden reunir de referencias posteriores en las Escrituras sobre su uso:

  • Únicamente la persona que estaba a la cabeza del pueblo podía consultar con el Señor por medio del sacerdote (Josué, Números 27:21; Saúl, 1 Samuel 14:37; David, 1 Samuel 23:2).
  • La pregunta se tenía que formular de tal manera que solamente fuera posible la respuesta “sí” o “no”. El Señor respondía solamente a una pregunta por vez.
  • En algunas circunstancias, cuando las cosas no estaban en orden, el Señor se negaba a dar una respuesta por medio del Urim y del Tumim (1 Samuel 14:37).

A veces no se hace referencia específica al Urim y al Tumim, sino solamente al uso del “efod” o a “consultarle a Adonai” por medio del sacerdote. Después de la época de David no encontramos ninguna otra referencia a su uso.

 

Otras vestiduras sacerdotales (Éxodo 28:31–43)

El manto que el sacerdote llevaba debajo del efod era tejido de una sola pieza de tela azul, la cual tenía aberturas para los brazos sin mangas. Llegaba sólo hasta las rodillas. En el borde de abajo tenía campanitas de oro alternadas con granadas hechas de estambre torcido. (La granada es una fruta del tamaño de una manzana, de color amarillo o rosado, que se cultivaba comúnmente en esa región.) Solamente Aarón como el sumo sacerdote podía llevar esta vestidura. Aarón no podía aparecer delante del Señor sin este manto con su sonido de campanitas. Si él no usaba esta prenda el resultado podría ser su muerte.

Hay varias interpretaciones sobre el significado simbólico de las campanitas y de las granadas. El significado más sencillo es sin duda el mejor. El sumo sacerdote debía acercarse a la presencia del Señor con el sonido de campanitas, es decir, con el debido respeto, no de una manera súbita ni irreverente, usando el atuendo exacto que el Señor mismo había ordenado. Estas cosas eran para él un recordatorio constante de su alto oficio y de su responsabilidad como el representante del pueblo del Señor. De la misma manera, cada israelita debía llevar un fleco en la ropa para que les recordaran los mandamientos del Señor y cumplirlos.

Como tocado, el sumo sacerdote debía llevar un turbante de lino fino y blanco. Fijada a la parte delantera de este turbante, se encontraba una placa de oro con las palabras: “Santidad a Adonai” grabadas en ella. El propósito de esta señal en la frente era que Aarón debía llevar “las faltas cometidas por los hijos de Israel en todas las cosas santas, en todas las santas ofrendas que hayan consagrado”. El sumo sacerdote era el mediador expiatorio, es decir, reconciliador entre el pueblo y el Señor. Cualquier presente o sacrificio, traídos por el pueblo pecador al Señor, se hacía aceptable por su mediación.

En contraste recordamos que Yeshúa, nuestro gran Sumo Sacerdote, llevó como adorno para su cabeza una corona de espinas, al cargar con la culpa de toda la humanidad. La suya fue una reconciliación perfecta por los pecados del mundo.
Una túnica de lino fino debía completar las vestiduras exteriores del sumo sacerdote. Esta era una prenda de mangas largas que llegaba hasta los tobillos, y debía llevarla debajo del manto. Los sacerdotes comunes debían llevar también esta túnica blanca con un cinturón y una cinta para la cabeza de los que no hay más descripción. Su ropa era simple pero también digna de su oficio.
Bajo la túnica, Aarón y los sacerdotes debían llevar calzoncillos como ropa interior. No debían entrar en el santuario ni acercarse al altar para ejecutar actos de sacrificios sin estas prendas. El no hacerlo traería la pena de muerte. Su desnudez debía ser cubierta. Entre las naciones paganas que había alrededor de Israel, existía la costumbre de ejecutar actos religiosos en un estado de desnudez. En el servicio al verdadero Dios, la modestia absoluta era un requisito imprescindible.

Esto trae a su fin las ordenanzas pertinentes a las vestiduras sacerdotales en el culto de adoración del Antiguo Testamento. Notamos el gran simbolismo de sus hombreras grabadas, el pectoral lleno de joyas, sus misteriosos Urim y Tumim, sus campanitas y granadas y su mitra con oro grabado. Con sus telas finamente tejidas, sus cadenas torcidas y su diseño en general, la vestidura era bella y a la vez digna. El Señor mismo las diseñó para que su pueblo pudiera darle la gloria debida a su nombre, y adorarlo en el esplendor de su santidad.

Las vestiduras pastorales que se usa actualmente no son tan elaboradas. Nuestra forma de dispensar los dones de la gracia del Señor está rodeada de menos ceremonia y simbolismo. Algunos pastores prefieren esconder su persona vistiendo una toga negra y sencilla; otros cubren esa toga con una sobrepelliz blanco, con una estola, o una banda larga con flecos en las orillas, utilizando los colores de las estaciones del año eclesiástico. Los pastores usan esas diferentes vestiduras en libertad cristiana y de acuerdo con los deseos de la congregación a la que sirven. Cualquier vestidura que se use debe reflejar la dignidad de nuestro culto, y debe ser para la gloria de Dios.

 

El altar del incienso (Éxodo 30:1–10)

Al altar que se describe en estos versículos también se le llama el “altar de oro” en Éxodo 39:38. Era pequeño, de 45 centímetros cuadrados por 90 centímetros de altura (un codo cuadrado y dos codos de altura). Dios mandó que se hiciera de madera de acacia y enchapado en oro puro. Además, debía tener cuatro cuernos, uno en cada esquina superior, una cornisa de oro alrededor de la tapa, y anillos de oro en cada lado para facilitar su transporte con varas. Debía ser ubicado en el lugar santo, delante del velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo. De esta manera estaba en relación estrecha con el arca del pacto; de hecho estaba tan cerca que en algunos pasajes se hace mención de éste como si perteneciera al santuario interior. Sin embargo, su lugar no podría haber sido en el lugar santísimo ya que se usaba diariamente.

Cada mañana y cada atardecer, Aarón debía quemar incienso aromático sobre ese altar. Aunque no se debía quemar en él ningún otro tipo de sacrificio, Aarón debía hacer “expiación una vez al año sobre los cuernos del altar con la sangre del sacrificio”, en el gran Día de la expiación. Este acto se llevó a cabo para limpiar el altar y santificarlo de las inmundicias de los hijos de Israel (Levítico 16:19).

Esta es una cita directa del Salmo 141:2 y explica el uso del incienso como símbolo de la oración. El libro de Apocalipsis también habla de los veinticuatro ancianos que se postran delante del Cordero: “Todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (5:8). Así como el humo del incienso se eleva al Señor, también las oraciones de su pueblo debían elevarse continuamente a él como olor fragante.

La Biblia, en 1 Tesalonicenses 5:17 y 18, exhorta a los cristianos a orar “sin cesar” y dar gracias “en todo”. Además, 1 Timoteo 2:1 nos exhorta que “se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres”. Finalmente, Pablo dice que “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6). Un momento apropiado para esto es cada mañana y cada atardecer, así como el Señor mandó a su pueblo del Antiguo Testamento que hiciera cada día en el altar del incienso.

 

 

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